miércoles, diciembre 24, 2008

LA MUERTE DE PABLO NERUDA (I)


MUERE LENTAMENTE...

Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee,
quien no escucha música,
quien no halla encanto en sí mismo.

(Pablo Neruda)

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con estanques de frío: pero aún
mátala y agonízala con papel y con odio,
sumérgela en la alfombra cotidiana, desgárrala
entre las vestiduras hostiles del alambre.


"No: por los corredores, aire, mar o caminos,
quién guarda sin puñal (como las encarnadas
amapolas) su sangre? La cólera ha extenuado
la triste mercancía del vendedor de seres,

y, mientras en la altura del ciruelo, el rocío
desde mil años deja su carta transparente
sobre la misma rama que lo espera, oh corazón, oh frente triturada

entre las cavidades del otoño.

Cuántas veces en las calles de invierno de una ciudad
o en un autobús o un barco en el crepúsculo, o en la soledad
más espesa, la de la noche de fiesta, bajo el sonido
de sombras y campanas, en la misma gruta del placer humano,
me quise detener a buscar la eterna veta insondable

que antes toqué en la piedra o en el relámpago que el beso desprendía.

(Lo que en el cereal como una historia amarilla
de pequeños pechos preñados va repitiendo un número
que sin cesar es ternura en las capas germinales,
y que, idéntica siempre, se desgrana en marfil
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El ser como el maíz se desgranaba en el inacabable
granero de los hechos perdidos, de los acontecimientos
miserables, del uno al siete, al ocho,

y no una muerte, sino muchas muertes llegaba a cada uno:
cada día una muerte pequeña, polvo, gusano, lámpara

que se apaga en el lodo del suburbio, una pequeña muerte de alas gruesas

entraba en cada hombre como una corta lanza

y era el hombre asediado del pan o del cuchillo,

el ganadero: el hijo de los puertos, o el capitán oscuro del arado,
o el roedor de las calles espesas:


todos fallecieron esperando su muerte, su corta muerte diaria:
y su quebranto aciago de cada día era

como una copa negra que bebían temblando.


La poderosa muerte me invitó muchas veces:
era como la sal invisible en las olas,
y lo que su invisible sabor diseminaba
era como mitades de hundimiento y altura
o vastas construcciones de viento y ventisquero."

Sigamos leyendo al poeta chileno Pablo Neruda:

"Yo al férreo filo vine, a la angostura

del aire, a la mortaja de agricultura y piedra,
al estelar vacío de los pasos finales
y a la vertiginosa carretera espiral:
pero, ancho mar, ¡oh muerte!, de ola en ola no vienes,
sino como un galope de claridad nocturna

o como los totales números de la noche.

Nunca llegaste a hurgar en el bolsillo, no era
posible tu visita sin vestimenta roja:

sin auroral alfombra de cercado silencio:
sin altos o enterrados patrimonios de lágrimas."


(Canto General, Alturas de Macchu Picchu).


Hace algunos meses volví a interesarme por la biografía de Pablo Neruda, aunque en el pasado (un millón de años) leí su libro de memorias "Confieso que he vivido", cuando el poeta estaba vivo, pero no volví a tocar el tema hasta ahora.

Pablo Neruda nació con el nombre de Neftalí Ricardo (Ricardo Eliezer Neftalí, según otros) Reyes Basoalto el 12 de julio de 1904, en Parral (Chile), hijo de Rosa Neftalí Basoalto Opazo -profesora de quien el niño heredó el nombre- y de José del Carmen Reyes Morales, agricultor de viñedos y trabajador de los diques de Talcahuano. Neruda -de ojos azules muy lindos, dicen- pierde a su madre en agosto -"agotada por la tuberculosis"- cuando tiene un mes de edad y ella treinta y nueve años.

"Cuando nací mi madre se moría"; "Madre, he llegado tarde para besarte / para que con tus manos me bendigas",

dirá el niño en sus primeros poemas, buscando la imagen de la madre que sólo conoce a través de una vieja fotografía encontrada en un baúl de los Mason, sus vecinos de Temuco.

"Era una señora vestida de negro, delgada y pensativa. Me han dicho que escribía versos, pero nunca los vi, sino aquel hermoso retrato" (Opus cit.).

En octubre de 1.920 adopta definitivamente el seudónimo de Pablo Neruda para sus publicaciones. 28 de noviembre: obtiene el primer premio en la Fiesta de la Primavera de Temuco. Este mismo año es presidente del Ateneo Literario del Liceo de Temuco y prosecretario de la Asociación de Estudiantes de Cautín. Prepara dos libros: "Las ínsulas extrañas" y "Los cansancios inútiles", que no publicó. Una parte de estos libros integrará Crepusculario.
Pablo Neruda, en 1921, llega a Santiago para seguir la carrera de profesor de francés en el Instituto Pedagógico. El 14 de octubre de ese año obtiene el primer premio en el Concurso de la Federación de Estudiantes de Chile por su poema «La canción de la fiesta», que es publicado en la revista "Juventud", de dicha Federación.
En la noche santiaguesa; conoce a la que será su juvenil musa, Albertina Azócar -según algunos autores- el 18 de abril de 1921; no obstante, los "ojos color té" de Albertina estaban absortos en la esmirriada figura del enfermo y noctívago poeta Raimundo Echevarría, novio a la sazón.
El mencionado Raimundo se aparta del camino de Albertina pero, además, inicia también, la propia separación de la vida; se debe internar dos veces en el Hospital San José, con los pulmones traspasados por la tisis; once meses antes de su muerte, envía a Zig Zag "Las Leyendas del Mar", que se publican en agosto de 1923, ilustradas por Estrada Gómez. Quienes lean este poema difícilmente lo olvidarán:


Capitán,
padre mío,
capitán de navío,
¿dónde están
las ciudades azules
y los puertos sombríos,
y las lindas mujeres
que murieron de hastío,
esperando tu vuelta?.

Capitán,
padre mío,
¿dónde están los ocasos violentos,
las velas que cantaban
en las manos del viento,
y el negro de Manila,
que te iba a matar:
las leyendas de Cuba,
las leyendas del mar,
Capitán
padre mío,
dónde están... dónde están?.

Ahora eres un barco,
encallado en los pueblos;
te aburres como todas
las naves, en los puertos,
quisieras ver tu vela
enganchada en el viento...
¡navegar, navegar!...
Y veinte marineros,
como veinte recuerdos,
encienden con sus pipas
los horizontes negros.

Capitán,
padre mío,

¿dónde están,
las ciudades azules
y los puertos sombríos?...

Capitán,

padre mío,

¿Dónde están?... ¿Dónde
están ?

Raimundo Echevarría era hijo de un vasco, navegante de profesión, quien debió cambiar su nave por un forzado inmovilismo en San Javier de Loncomilla, pueblo del sur de Chile -donde nace el pequeño Raimundo el 11 de julio de 1.897- regentando una agencia comercial.

"Gracias padre, por ese corazón romántico; tú me lo llenaste de puertos fantásticos, de cruces de mástiles y de velas ágiles".

"Las Leyendas del Mar" pertenece a la poesía admirable de esos años y convierte a Raimundo Echevarría Larrázabal en uno de los poetas del mar por antonomasia; en este poema -que figura en numerosas antologías- representa la idea que tenía cuando niño de los mares lejanos, los viajes y las aventuras amorosas en los puertos con una exótica pincelada del relato de su progenitor. El pintor Pedro Olmos, residente durante largos años en su hogar de Linares, junto a su esposa, la pintora y poetisa Ema Jauch, señaló varias veces que Neruda solía releer las estrofas olorosas a mar de aquellos versos, diciendo al concluir: "Hermosas, hermosas... Las hubiese querido mías"; en más de una oportunidad -recordó Olmos- Neruda llamó a Echevarría "el poeta del Capitán" y aseguró varias veces que "Los Versos de Capitán", publicados en 1952 estaban más cerca de Echevarría que de Whitman.
Y esto es lo maravilloso: hemos descubierto a un poeta maldito de considerable altura lírica, desconocido en España y en no sé cuantos sitios más.
Es un poema enormemente melancólico en el que el joven Raimundo se despide de la vida, proyectándose en la de su padre, en los fantásticos mundos que jamás llegará a conocer. Falleció de tuberculosis -el mal de su época- en Santiago de Chile en 1924.


Ramón Pérez Poza